4. Conclusiones: Comparación y crítica
En este apartado nos gustaría hacer un pequeño comentario sobre lo que ha supuesto trabajar con Omega T como herramienta de traducción asistida por ordenador, y de la misma manera la experiencia con Google Translate como programa de traducción automática asistida, aportando las ventajas y desventajas que aportan comparación de la traducción tradicional.
Para comenzar, diremos que desde bajo nuestro punto de vista, trabajar con una herramienta como Omega T requiere una inversión de tiempo que se amortiza, suponemos, con el uso. Son muchos los programas que se necesitan para poder sacar máximo rendimiento a todas las utilidades que este tipo de software ofrece. Aunque en nuestro caso ya contábamos con una MT que incorporamos al proyecto, necesitamos descargar muchas otras aplicaciones, empezando por un lector de MT que nos permitiera hacer uso de ellas, diccionarios monolingües y bilingües, extractores terminológicos, correctores ortográficos, etc. Cada programa implica no solo su descarga, sino también el tiempo que empleamos en encontrarlo, en configurarlo y sobre todo, en aprender a usarlo. De entre todos los programas descargados, Omega T es el que más tiempo requiere para comprender su funcionamiento, ya que es necesario investigar cada una de las opciones para comprobar los resultados exactos que ofrece. El manual de usuario que Omega T integra es demasiado extenso, y en ocasiones poco clarificador. Sin embargo, no dudamos de lo crucial que resulta la descarga de dichas aplicaciones, ya que hemos podido comprobarlo a lo largo del trabajo.
Por otra parte, creemos que la interfaz de Omega T puede pecar de ser demasiado simple. Si bien es cierto que poder personalizar la interfaz es un punto muy positivo, y que la claridad en ocasiones resulta gratificante, echamos de menos iconos como puedan ser los de añadir pares terminológicos o segmentos a las bases de datos correspondientes o algún otro tipo de acceso directo como los que se pueden encontrar en Déjà vu. El hecho de que todas las opciones y herramientas estén integradas en la barra de herramientas, crea la necesidad de recorrer todo el menú, pudiendo ocasionar problemas de memorización de ruta al comienzo del uso, mientras que de la otra manera, con accesos directos, utilizar la herramienta es mucho más rápido y fácil de memorizar el acceso gráficamente.
Como puntos positivos, resaltamos la creación automática de la memoria de traducción integrada en el propio proyecto. Ya que posteriormente es posible unificar las memorias y ampliarlas no sólo por proyecto sino por tema, no dudamos de la coherencia interna de las traducciones que se acaba logrando, ni tampoco de la gestión y ahorro de tiempo que finalmente se consigue y de las mejoras que esto supone frente a una traducción convencional. ( http://iatpaula-f.blogspot.com/2011/11/mt-internet-y-polemica.html)
De la misma manera, nos resultan especialmente atractivas las opciones de búsqueda integradas que permiten no sólo buscar en el archivo sobre el que se trabaja sino también sobre las distintas memorias, con distintos parámetros de búsqueda.
En cuanto al análisis de Google Translate como traducción automática asistida, concluimos que, una vez más, la efectividad de este tipo de herramientas es muy reducida. El texto que hemos introducido no contaba con dificultades léxicas que pudieran depender del tipo de texto (en un texto literario encontraremos más dificultades de este tipo que en uno técnico), y sin embargo ha seguido fallando en cuestiones simples de concordancia cuando el espacio entre los elementos relacionados era algo mayor de lo esperado. Por otra parte, falta trabajo en la base de datos, ya que las cuestiones ortotipográficas en las que falla son simples elementos algorítmicos no adaptados. Por supuesto, hace falta solucionar el problema de los espacios al que antes nos referíamos.
Todo esto simplemente significa algo que ya conocíamos de antemano: la traducción asistida es sólo un elemento de ayuda al traductor, pero que en ningún caso ha de reemplazarle, ya que es éste quien realiza la función profesional de la traducción y sobre el que recaen todas las responsabilidades. Un programa de traducción automática no ofrece los segmentos ya traducidos de manera previa por un traductor profesional, sino que traduce de manera algorítmica y porcentual todas las oraciones de un texto, sin un conocimiento lingüístico del texto, sin una comprensión textual, ni conocimiento enciclopédico.
Para aprovechar las ventajas que un traductor automático puede ofrecernos, debemos conocer a priori sus limitaciones, que en reglas generales afectan, como hemos visto, al estilo y a la inteligibilidad; aunque en otros niveles puede afectar también a la precisión y a la fidelidad. Este método de trabajo implica una serie de requisitos, como que las oraciones sean cortas y que, en la medida de lo posible, estén expresadas en un lenguaje controlado. De la misma manera también implica que las tareas de revisión (anterior y posterior) relativas a la gramática, al léxico y al estilo, se alarguen en tiempo y atención a la calidad. Tal y como hemos podido comprobar en el desarrollo de esta investigación, en muchas ocasiones, el producto es tan incomprensible que hace falta recurrir al texto origen para comprender la solución facilitada y ver dónde se han cometido los fallos. Una vez más, y esta de forma definitiva, descartamos los traductores automáticos como una solución traductológica única viable.
Es cierto, sin embargo, que existen varios tipos de traductores automáticos, y que algunos como los sistemas «con conocimiento lingüístico» son capaces de generar traducciones acordes a reglas sintácticas sencillas, que solventarían algunas de las erratas cometidas por el traductor automático que hemos utilizado para este proyecto. Personalmente, no consideramos que este tipo de programas vayan a ser investigados y desarrollados tanto como lo fueron en los años 50 y 60 del siglo anterior, pero que probablemente tampoco van a dejar de utilizarse debido a las ventajas (como la producción de grandes cantidades de textos traducidos en poco tiempo) que pueden aportar con un factor humano tras ellas. Desde mi punto de vista, si a los traductores automáticos pudieran agregarse bases y datos, glosarios terminológicos y por supuesto, se resolvieran los problemas algorítmicos de los que antes hablábamos, se mejoraría notoriamente la calidad de los textos. Sería igualmente fructífero, que en los programas de traducción asistida fuera posible incorporar la opción de modificar el umbral de sensibilidad de coincidencias, con el objetivo de insertar la traducción generada automáticamente a un nivel porcentual en el que la coincidencia parcial encontrada en la base de datos pudiera resultar infructuosa, de manera que tampoco se creara ruido documental. Otra solución que ya se puede contemplar en algunos de estos programas de traducción asistida como el que hemos utilizado es insertar la traducción automática para aquellos segmentos en los que no se tengan coincidencias en la base de datos. En nuestro proyecto no se utilizó esa opción debido a que el porcentaje de coincidencias en la base de datos era muy bajo, por lo que en la mayoría de los segmentos hubiera aparecido la traducción automática, conllevando las tareas de preedición y pos-edición que hemos explicado y explotado en la segunda parte del proyecto que se basaba en el trabajo con un traductor automático.
Sin embargo, desde un punto de vista personal, creo resulta mucho más gratificante elaborar una traducción de manera manual que automática, ya que aporta conocimiento y experiencia al traductor, y a la vez que produce satisfacción cuando el producto está terminado. De la misma manera, una traducción manual decente, siempre contará con unos niveles mínimos de corrección de gramatical y estilística, coherencia interna y tanto conocimiento enciclopédico como posea el traductor.
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